Lugar Común

La cuestión de la japonesidad actualiza las extravagancias del exotismo

La cuestión de la japonesidad actualiza las extravagancias del exotismo. Ese exotismo cuya silueta se define bajo la luz del lugar común y en la globalización. Aficionado a las intervenciones ingeniosas, el muy perspicaz Cesar Aira advirtió que los humanistas europeos inventaron el exotismo al sentar las bases de las disciplinas de las ciencias sociales y, en el proceso, “inventan un género literario, “la novela exótica””. “Rica y Usbek, los protagonistas de sus Cartas Persas [se refiere a los imaginarios autores del epistolario satírico que escribe Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu], pueden ver a Europa como nadie la ha visto antes, como no pueden verla los europeos, que son parte inseparable del fenómeno Europa”.

Este operativo, según Aira, instruye “la ficción como auxiliar del pensamiento”. En suma, el género de lo exótico establece nuevas coordenadas de extranjería forzada. Pero en su desarrollo posterior, propone Aira: “El país lejano es un escenario de la fantasía ya creado… Un objet trouvé”. Es decir que el lugar común del exotismo es un auxiliar del pensamiento pero también la última morada de la repetición. Por supuesto que mi película japonesa no es extranjera ni exótica, simplemente es japonesa. La amenaza de la frivolidad, advierte Aira, está latente en el exotismo. La reconocemos en los lugares comunes vaciados de forma y contenido, en el esteticismo vitalista de la flor de cerezo que cuelga con elegancia  entre lo colectivo y lo situado. La flor de cerezo es un objeto del deseo que se escapa a nuestro cuerpo, ajenos a la sensibilidad y la conciencia de las series japonesas históricas, culturales, políticas y estéticas que la gestaron. He aquí un límite preciso al concepto de lugar común ampliado. Volveré al tema.